Wopitti whop!, nº 1; diciembre de 1989; fanedición del Equipo Roccocomics y el Colectivo Zapasta, Castellón; 24 pgs. en b/n, incluidas cubiertas en papel (impresión por fotocopia); vertical, 21 x 15 cms.
- portada, detalle de viñeta de la serie Daredevil, por John Romita Jr.
- Benitorial: Adios, muñeca; texto literario de Benito [pg. 2].
- Comentario: críticas breves de: Daredevil (Marvel; etapa Nocenti / Romita Jr.) por Gerardo Sabater; Sangre de barrio, de Jaime Martín (La Cúpula), por V. Tornasol; Blackhawk, nºs 1-4 (Zinco), de Howard Chaykin, por V. Tornasol; Patrulla - X, nº 87 (Fórum), por Julio González; Venganza en Marruecos, de Topin y Loustal (Norma), por Calo; XIII, serie de Van Hamme y Vance (Grijalbo), por Calo; Clásicos del cómic, nº 9, (Complot), por V. Tornasol; Made in L.A., de Moebius (Norma), por V. Tornasol; ¡Vamos al bingo!, de Manuel Vázquez (Ediciones B), por J. Edén [pgs 3-8 y 19-21].
- Reseñas: recensión de publicaciones aparecidas en el mes de noviembre de 1989 (aproximadamente), con breve apunte crítico y calificación numérica (del 1-al 5), por Calo, J. Edén, V. Tornasol y Julio González [pgs. 9-12].
- historieta sin título de la serie La banda del ángel: 6 pgs. en b-n, guión del colectivo Wopitti Club, imágenes de Calo [pgs. 13-18].
- Contacto: (solicitando comunicación por parte de los lectores) [pg.22].
- Magazine: texto de Ludovico (sobre actualidad en los medios) [pg. 23].
- contraportada: viñeta de humor gráfico de Pat Oliphant, para el Universal Press Syndicate (junio, 1989) reproducida del nº 3 (agosto, 1989) de la revista Comic Relief.
Del interés por parte del Colectivo Zapasta en participar en algún tipo de publicación que, por formato y contenido, pudiera confeccionarse con cierta regularidad, para cubrir las largas esperas entre número y número del más costoso y caro de producir Zapasta, y, por parte del Equipo Roccocomics, de su afán de extender al papel su actividad radiofónica surge Wopitti whop!, inicialmente concebido entre ambos grupos, pero finalmente confeccionado por Roccocomics.
El primer Wopitti fue diseñado por Sergio Meliá, por parte de Zapasta, y J. Edén y V. Tornasol, por Roccocomics, siendo estos últimos responsables de la coordinación y realización física de la misma. Entre los tres, se decidió también el nombre Wopitti whop!, que surge por emulación rocambolesca del de Bang!, una de las publicaciones decanas sobre tebeos en España, a pesar de que el Bang! no se contaba entre los referentes de los coordinadores del Wopitti, al no estar, por entonces, familiarizados con ella (puestos a señalar influencias que pudieron contribuir a formar en ellos la idea acerca de lo que es un fanzine, serían cabeceras veteranas como El Wendigo, Sunday, Grafito o Comics Fanzine (la sección redaccional de la revista de historietas Aventuras Bizarras -Fórum, 1983-), más algún ejemplar de alguna más contemporánea como Urich).
La sencilla estructura inicial del Wopitti whop!, tuvo como base las reseñas críticas de obras de publicación reciente, renunciando desde un principio a ningún tipo de especialización genérica (habitual en muchos fanzines coetáneos, en especial la referida al género de super-héroes), o restricción de formato (comic-book, álbum, revista...) e, incluso, de límite geográfico (gracias, principalmente, al acceso a publicaciones del mercado norteamericano, vía librería especializada). Estos textos críticos, de diferente extensión, pero mayormente breves, se englobaron bajo el encabezamiento "Comentario" y se complementaban con una sección de ambiciosa pretensión hemerográfica, denominada "Reseñas", que se aprovechaba del acceso a numerosas novedades facilitado por la labor profesional de dos de los miembros del colectivo en un quiosco de prensa y revistas. Las brevísimas "Reseñas" se consensuaban en grupo mediante reunión de varios de los colaboradores, tarea que pronto se revelaría como poco sostenible, dando lugar a la desaparición de la sección tras sólo dos entregas. Junto a Edén y Tornasol, colaboraron en el "Comentario" del primer número: Calo, que realizaría en el Wopitti sus únicas incursiones en la labor crítica, antes de consagrarse exclusivamente a las de ilustrador e historietista; y dos amigos y coterráneos: Julio González, admirador acérrimo de Richard Corben, y Gerardo Sabater, fan incondicional de Frank Miller; ambos, igualmente, de breve trayectoria en la crítica de historietas (un poco más larga en el caso de Gerardo, que llegó incluso a colaborar con otras publicaciones).
Se reservó también un espacio para la publicación de historietas, iniciándose una serie de temática super-heroica (la moda del momento) pero orientada al humor, La banda del Ángel, en cuyo guión colaboraron Meliá, Edén y Calo (bajo el heterónimo Wopitti Club), encargándose este último de los dibujos, con la intención -frustrada- de ir turnándose otros colaboradores en la labor.
El primer número de Wopitti-whop! se completó con tres secciones breves (de una página) que pretendían introducir cierta variación en la rutina de textos sobre tebeos del resto de páginas.
Por un lado, el Benitorial, la sección, planteada como un rincón literario sin referencia alguna a temas historietísticos, de Benito.
Por otro, la mucho más efímera Magazine, en la que V. Tornasol adoptó una identidad alternativa, Ludovico, para dar rienda suelta a su faceta más irreverente, en una suerte de ecléctica columna de opinión que abarcaba desde referencias musicales y cinematográficas hasta menciones a un Jesús Mariñas pre-Tómbola, y que sólo mantendría durante dos entregas.
Y, finalmente, Contacto, un espacio que convocaba a los lectores a establecer comunicación con el fanzine, al estilo de los correos del lector popularizados por las ediciones españolas de las series de superhéroes norteamericanos.
Para la portada se planteó inicialmente el recurso distintivo a una imagen ampliada hasta el extremo de resultar irreconocible, buscando la fuerza estética del trazo y la mancha abstraídos de su contexto. Pero, finalmente, y tras no poca discusión, se optó por una opción menos extrema, recurriéndose a unos primerísimos primeros planos más identificables, pero con todo suficientemente singulares.
También para la contraportada se ideó un concepto cohesionador: el de reproducir imágenes relacionadas más o menos cercanamente con el medio, pero con algún rasgo de curiosidad o pertinencia al momento de aparición de cada número. En este primero, la viñeta de Oliphant reproducida, alude a la matanza de Tiananmen, acaecida unos meses antes.
La confección del fanzine se llevó a cabo mediante las técnicas artesanales comunes a este tipo de publicaciones amateurs en aquellos tiempos en que las herramientas digitales aún no gozaban de la amplia accesibilidad actual: los textos, como hemos dicho, se mecanografiaban en forma de columnas, que se recortaban y pegaban, junto a rótulos e imágenes (fotocopiadas), conformando una maqueta a partir de la cual se realizaban las fotocopias, dando aviso al fotocopiador de procurar emparejar las páginas en el orden correcto de anverso y reverso. Luego: ordenar las páginas por ejemplares, doblar y grapar.
El paso final, el de la difusión de los ejemplares una vez impresos, era sin duda el más improvisado y anárquico: algunos se vendieron directamente a conocidos y familiares (sobre todo de los dos primeros números), algunos se dejaron en tiendas de Valencia, otros se enviaron por correo atendiendo a peticiones de aficionados que supieron de sus existencia por reseñas aparecidas en los tebeos de Zinco, Fórum u otros fanzines, bastantes se intercambiaron con otros fanzineros por correo o en visitas al Saló de Barcelona, algún otro más llegó a Madrid cuando Tornasol estuvo allí haciendo la mili y, más tarde, por iniciativa del librero Mario Ayuso... En la mayoría de ocasiones, se renunció al beneficio económico y nunca se recuperó más que una mínima parte de la inversión. Fuese como fuese, las "tiradas" de entre 50 y 100 ejemplares de cada número, se fueron agotando con el tiempo, e incluso de algunos de ellos se hicieron nuevas copias para atender peticiones e intercambios.
Por un lado, el Benitorial, la sección, planteada como un rincón literario sin referencia alguna a temas historietísticos, de Benito.
Por otro, la mucho más efímera Magazine, en la que V. Tornasol adoptó una identidad alternativa, Ludovico, para dar rienda suelta a su faceta más irreverente, en una suerte de ecléctica columna de opinión que abarcaba desde referencias musicales y cinematográficas hasta menciones a un Jesús Mariñas pre-Tómbola, y que sólo mantendría durante dos entregas.
Y, finalmente, Contacto, un espacio que convocaba a los lectores a establecer comunicación con el fanzine, al estilo de los correos del lector popularizados por las ediciones españolas de las series de superhéroes norteamericanos.
Para la portada se planteó inicialmente el recurso distintivo a una imagen ampliada hasta el extremo de resultar irreconocible, buscando la fuerza estética del trazo y la mancha abstraídos de su contexto. Pero, finalmente, y tras no poca discusión, se optó por una opción menos extrema, recurriéndose a unos primerísimos primeros planos más identificables, pero con todo suficientemente singulares.
También para la contraportada se ideó un concepto cohesionador: el de reproducir imágenes relacionadas más o menos cercanamente con el medio, pero con algún rasgo de curiosidad o pertinencia al momento de aparición de cada número. En este primero, la viñeta de Oliphant reproducida, alude a la matanza de Tiananmen, acaecida unos meses antes.
La confección del fanzine se llevó a cabo mediante las técnicas artesanales comunes a este tipo de publicaciones amateurs en aquellos tiempos en que las herramientas digitales aún no gozaban de la amplia accesibilidad actual: los textos, como hemos dicho, se mecanografiaban en forma de columnas, que se recortaban y pegaban, junto a rótulos e imágenes (fotocopiadas), conformando una maqueta a partir de la cual se realizaban las fotocopias, dando aviso al fotocopiador de procurar emparejar las páginas en el orden correcto de anverso y reverso. Luego: ordenar las páginas por ejemplares, doblar y grapar.
El paso final, el de la difusión de los ejemplares una vez impresos, era sin duda el más improvisado y anárquico: algunos se vendieron directamente a conocidos y familiares (sobre todo de los dos primeros números), algunos se dejaron en tiendas de Valencia, otros se enviaron por correo atendiendo a peticiones de aficionados que supieron de sus existencia por reseñas aparecidas en los tebeos de Zinco, Fórum u otros fanzines, bastantes se intercambiaron con otros fanzineros por correo o en visitas al Saló de Barcelona, algún otro más llegó a Madrid cuando Tornasol estuvo allí haciendo la mili y, más tarde, por iniciativa del librero Mario Ayuso... En la mayoría de ocasiones, se renunció al beneficio económico y nunca se recuperó más que una mínima parte de la inversión. Fuese como fuese, las "tiradas" de entre 50 y 100 ejemplares de cada número, se fueron agotando con el tiempo, e incluso de algunos de ellos se hicieron nuevas copias para atender peticiones e intercambios.
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